DISCLAIMER: La siguiente historia es una obra basada e inspirada en procedimientos y eventos técnicos del rubro aeronáutico. No refleja nombres reales y algunos datos institucionales por protección de identidad y anonimato, cualquier similitud con personas, aeronaves o eventos específicos es y será pura coincidencia.
- “Aquella tarde en que casi renuncio…”

Imagina esto: tengo 24 años, estoy sentado en un banco de plaza, mirando un avión cruzar el cielo. En mi bolsillo, un presupuesto para obtener la licencia de piloto que supera tres veces mis ahorros. Mis padres, trabajadores de clase media, me repiten: “¿Y si no funciona? No conocemos a nadie en esto”. Casi abandono. Casi.
Pero hoy, a mis 38 años, con cientos de horas de vuelo, te digo: no importa de dónde vengas. Lo que importa es cuánto estás dispuesto a luchar por esa cabina que hoy ves como un sueño lejano.
2. “La excusa más peligrosa (y cómo vencerla)”

¿Tu mente repite “no tengo dinero” o “ya soy muy mayor”? Te entiendo. Yo mismo usé esas frases como escudo. Hasta que descubrí la verdad: el dinero no es el capitán de este vuelo, solo es un pasajero.
El verdadero piloto eres tú, con tu plan, tu terquedad y esa razón profunda que te hará levantarte cuando el entrenamiento se ponga difícil. Porque créeme: habrá días en que el manual de navegación parecerá escrito en otro idioma, y las turbulencias emocionales harán que quieras cerrar los ojos.
- “La llamada de las 3 a.m. que cambió todo”
Recuerdo una noche en la que, tras 12 horas de estudio, mi exnovia me dijo: “Elige: yo o los aviones”. Hoy, desde la perspectiva, te confieso: esta profesión exige sacrificios que los filtros de Instagram no muestran.
No es solo el uniforme impecable. Son las noches lejos de casa, los cumpleaños perdidos, el estrés de una meteorología cambiante. Pero cuando tomas los controles y sientes que ese metal de 200 toneladas responde a tus manos, algo ocurre: el mundo se reduce a ti, la máquina y el cielo. Y vale cada lágrima.
- “El mapa que dibujé con café y lápiz”

Te comparto mi ruta, trazada en una servilleta entre turnos de trabajo:
- Primer paso: Encontré mi “porqué” más allá del glamour. No quería ser piloto para viajar gratis; quería sentirme vivo.
- Segundo paso: Elegí mi rumbo: aviación comercial. Pero me preparé: estudié administración como plan B (sí, incluso los pilotos necesitan redes de seguridad).
- Tercer paso: Aprendí inglés técnico con podcasts de controladores aéreos. ¿Sabías que un mal entendido en frecuencia puede causar caos?
- Cuarto paso: Usé simuladores gratuitos de VATSIM hasta dominar la fraseología. Mi habitación se convirtió en mi primera cabina.
- Quinto paso: Ahorré como si mi vida dependiera de ello. Vendí mi auto, trabajé como instructor de vuelo teórico, y prioricé cada etapa de entrenamiento.
- “El día que el médico casi arruina todo”

Nadie te advierte sobre el certificado médico Clase 1. Yo tampoco lo sabía. Cuando el examinador mencionó “problemas de visión periférica”, mi corazón se detuvo. Por suerte, era una falsa alarma. Pero aprendí la lección: no inviertas en sueños sin verificar si tu cuerpo está listo para soportarlos.
6. “La verdad sobre el ‘momento perfecto”

¿Crees que 24 años era muy tarde? Conocí a un piloto que empezó a los 45. ¿Que el mercado está saturado? Hoy hay aerolíneas que ofrecen bonos por firmar contrato.
Mi padre me lo dijo mejor que nadie: “No corras tras el avión; construye tu propia pista”. Por eso, si hoy estás leyendo esto desde tu teléfono, en el bus o en tu trabajo actual, tienes todo lo necesario: este artículo es tu primer check-list.
7. “¿Y ahora qué?”


Si esperas una fórmula mágica, no la tengo. Pero sí tengo esto: cada gran piloto fue primero un novato que decidió creer en su capacidad para volar.
¿Tu siguiente paso? Comienza con lo que sí controlas:
- Busca ese simulador gratuito y pasa una hora en él.
- Agenda tu examen médico.
- Escribe tu “porqué” en una hoja y pégalo donde lo veas cada mañana.
El resto… vendrá. Como el viento que levanta un avión al despegar.
Para terminar (o mejor, para empezar):
Cuando por fin obtuve mi licencia, mi primer instructor me dijo algo que guardo aquí: “Esto no es un título; es un permiso para seguir aprendiendo”.
Así que, ¿en qué parte del mapa estás? No digas “no puedo”. Di “todavía no”. Y recuerda: el cielo no discrimina por edad o cuentas bancarias. Solo pide una cosa: que decidas despegar.
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